10.2.08

CUENTO

Una celebración errónea

La impotencia, en eso pensaba Gabriel, su monótona vida estaba truncada.
Salgo del cuarto, no quiero ver a nadie, menos hablar con ella, mucho menos escucharla, tomo un cuchillo y me corto las orejas, agarro un vaso con agua mineral y ahí coloco una, la otra la guardo en la cartera (uno nunca sabe para que pueda servir después). Salgo a la calle, tengo que pasar a su lado, por que no pensó el muy idiota que algo así sucedería, debo hablarle pero no puedo, saco un cortaúñas y me corto la lengua, abro mi celular y le saco la pila, que lugar tan idóneo para guardarla, prendo mi celular y hago una llamada al centro de diversiones para cancelar todo, creo que no me entienden nada de lo que les digo así que opto por colgar y me guardo mi celular en mi hombro izquierdo, siempre fue mas grande que el derecho, ya saben problemas de simetría. Creo que la piñata de Abelardo ya no me servirá de nada, y el ojo derecho siempre me ha dado problemas, lo coloco junto con una paloma en el culo del pajarraco y pum!!! Una lluvia de confetis áureos inunda el cielo de la ciudad entera. Saco mi almohada de mis tenis, y si, como me imagine, esta húmeda, la tomo entre mis manos y le doy unas mordidas para engañar al estomago, lo que me recuerda nunca arrancármelo en uno de mis ataques, imagina podría morir de inanición, uff dios no lo quiera. Creo que al fin de cuentas esa fiesta hubiera sido un error, eso de festejar que tu mujer tenga una aventura con la licuadora de tu mejor amigo es de locos, digo por que no escogió la lavadora, es de seis velocidades.

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